domingo, 25 de enero de 2015

LA HORMIGA PRISCILA Y LA CIGARRA SOFÍA.


Llegó el caluroso verano: el sol brillaba más que nunca, los pájaros cantaban  alegremente y las voces de los niños jugando a la sombra se escuchaban en el parque.
Mientras pasaba el caluroso verano la joven Sofía se levantaba  todos los días a las dos de la tarde para comer cuando su madre ya la tenía la mesa puesta, se levantaba tan tarde porque había estado toda la noche de fiesta.
Mientras tanto una amiga suya, Priscila, madrugaba todos los días para trabajar y así poder ganarse un dinero para tener para sus gastos.
Sofía  pasaba unos felices veranos con todo aquello que le daban sus padres sin que ella tuviera que esforzarse lo mínimo para conseguirlo, además esta persona se reía de su amiga diciéndola:
-  No trabajes tanto, sal de fiesta que es muchísimos mejor.
El verano termino y estas dos amigas comenzaron un nuevo curso académico.  Sofía,  que había dedicado su verano principalmente a salir de fiesta y dormir solo pedía cosas a sus padres, caprichos como unos zapatos nuevos, un nuevo vestido… sus padres respondían siempre a sus caprichos. Por otro lado su amiga Priscila la cual había dedicado todo el verano a trabajar se permitía algún capricho con el dinero que había ganado durante el verano, pero con cautela porque sabía el gran esfuerzo que costaba lograr ese capricho.
Pasaron los años y llego el día en que Sofía y Priscila se independizaron, debían vivir en sus propias casas, ya no tendrían a sus padres para darles todo aquello que pidieran.
Sofía  que había vivido siempre de los caprichos de sus padres, no sabía bien vivir sola, volvía a casa y se encontraba la cama sin hacer, comía todos los días comida precocinada porque no sabía ni freírse un huevo…
Mientras tanto su amiga Priscila vivía felizmente en una preciosa casa que se había comprado con sus ahorros. Esta chica invitaba siempre a muchos amigos a cenar porque era una gran cocinera además le gustaba mucho estar rodeada de buenos amigos frente a una buena cena.
Un día estas dos amigas charlaban tranquilamente. Sofía le dijo a Priscila:
-          Que suerte tienes, tienes una casa preciosa y además cocinas genial.
A lo que Priscila la contesto.
-          Todo esto que ves no es suerte, todo esto lo he conseguido con mucho esfuerzo, mientras tu dedicabas todos los veranos a dormir y salir de fiesta yo madrugaba para trabajar, también mientras a tí tu madre te daba todo hecho yo estaba junto a mi madre aprendiendo a cocinar y a hacer muchas cosas más.

Moraleja: Todo esfuerzo termina teniendo recompensa, esforcémonos por conseguir y aprender a hacer las cosas, quizá ahora nos sea más sencillo no esforzarnos pero cuando veamos la recompensa de nuestros esfuerzo nos sentiremos realmente felices. El que algo quiere algo le cuesta.

4 comentarios:

  1. Me encanta vuestro cuento. Real como la vida misma. A esas personas yo las llamo "parásitos", porque no saben hacer otra cosa que aprovecharse del esfuerzo ajeno para así no hacer nada. En fin. Seguiré el blog, sabéis que me encanta.

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    1. Muchas gracias Elena.
      Estamos totalmente de acuerdo contigo y sabemos bien que tú eres una persona que se esfuerza mucho para lograr las cosas
      Un saludo.

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  2. Está genial y su moraleja es muy sabia. Los padres por desgracia no son eternos, ni la vida te va a estar regalando el trabajo que tu te debes de ganar a base de esfuerzo y dedicación. Mucha gente debería hacer una pequeña reflexión y empezar a tomar conciencia sobre ello.
    "Cuanto más difícil sea el camino, mayor será la alegría por haberlo conseguido. "

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    1. Hola Laura.
      Nos parece una preciosa fábula para enseñar a los más pequeños que las cosas se consiguen con esfuerzo. Preciosa tu última frase, esperemos que tu alegría por conseguir las cosas sea muy grande.
      Gracias por participar.

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